Vanessa Oviedo: el yoga en serio

Written by Marianne Blanco

Su mirada inteligente, penetrante y de un verde profundo es lo que primero me llamó la atención. Vanessa Oviedo Portugal es reservada y de perfil bajo. Sus clases de yoga Iyengar denotan sus años de estudios y práctica profunda y constante. No te satura de información y en mi caso sus indicaciones siempre coinciden con lo que justamente estoy necesitando. Es una practicante y discípula devota y seria, cualidades que transmite como maestra. En los pocos meses que estudio con ella me he conectado con la profundidad maravillosa del yoga Iyengar. Vanessa me encamina a hacer una práctica espiritual usando mi cuerpo como instrumento. Tiene empatía y sabe cuándo y cómo exigirte para ir un poco más allá, siempre respetando tu cuerpo.  He leído varios libros del maestro B.K.S. Iyengar, que para mí es un ser muy elevado. Sus manuscritos son reveladores no solo sobre la ciencia y el arte del yoga sino de la verdadera naturaleza del ser humano. En algunos momentos durante las sesiones con Vanessa he sentido lo mismo que cuando leo los libros del maestro Iyengar.

Tenemos la suerte de tener en Lima a una gran maestra con mucho potencial y mucho para dar. Este es un artículo sobre su trayectoria que muestra porqué seguir un profesorado o llevar unos talleres de yoga no te hacen un maestro… El camino para ser una verdadera maestra de yoga es largo, duro e implica cambios profundos en nuestra propia vida. En nuestra larga conversación aproveché para explorar más sobre el yoga Iyengar que cada día me da más herramientas para crecer.

*Por Marianne Blanco / fotos: Macarena Guerra-García. Agradecemos a los alumnos de Vanessa por su apoyo en la sesión de fotos.

Vanessa Oviedo Portugal nació en Lima en 1975. Creció con sus padres y su hermano en su barrio de toda la vida: San Felipe. A Vanessa le encantaba hacer dibujos abstractos al carboncillo y por eso al salir del colegio Sophianum en el 92 optó por una carrera relacionada con el arte. Entró al IPP para estudiar Diseño Publicitario pero no la llenó y lo dejó al cabo de un año. Luego estudió fotografía y después llegó a la danza. “En el colegio no fui deportista. Era bien flexible y pasaba horas con una amiga que hacía ballet y luego nos enseñaba. Me gustaba mucho y cuando me quedé otra vez en la “nada” decidí estudiar ballet con Olga Shimasaki”.

Tenía 18 años y sabía que empezar la carrera de bailarina de ballet a esa edad era complicado. Por eso en el 95 se mudó a Trujillo para estudiar en la Escuela de Ballet de Trujillo que aceptaban a chicas de su edad. “Con el ballet cambié por completo mis costumbres, sobre todo mi alimentación, era muy estricta con mis rutinas. Ya en ese entonces hacía lo que en el yoga se conoce como ‘Tapas’ (disciplina): comía muy sano, medido, no salía, no tomaba, me acostaba temprano, etc.”  Pero Vanessa un día tuvo la necesidad de dejar el ballet y volver a Lima. Estaba nuevamente frente a ese papel en blanco que quería llenar con sus dibujos abstractos cuando era chica. Tenía 20 años y sentía que se le estaba “pasando el tren”. Entonces otro pendiente se asomó a su consciencia: la Psicología. Cambió de chip e ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

El encuentro con el yoga 

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Ya estudiando en la UNMSM el bichito de la danza volvió a despertar y Vanessa no solo regresó al ballet sino que además empezó a hacer danza contemporánea sin saber que encontraría finalmente su camino: el yoga.  “Pensaba que el yoga haría vibrar mi cuerpo al máximo. No sabría explicarte de dónde saqué esa idea pero era lo que creía”.

Vanessa conoce a Santhanam, su primer maestro de yoga, en el 2002. Este profesor indio enseñaba en el espacio de danza de Patricia Awuapara, que era su profesora de danza contemporánea. Un cambio de horario de sus clases de danza fue su puerta de entrada al yoga… y entró para quedarse. “Empecé a sentir partes de mi cuerpo que no se abrían con la danza. Tenía dolores que me indicaban que algo que estaba muy cerrado, obstruido se estaba despertando. Yo le agradezco mucho a Santhanam pues fue muy bueno conmigo, me entregó mucho. Me ponía retos porque reconoció mis estados melancólicos y me sacó de estos: me enseñaba posturas avanzadas y con eso me obligaba a estar presente”.  Siguió explorando con Santhanam hasta que arribó a Lima Elisa Garrido-Lecca, profesora chilena de yoga Iyengar, quien le despertó el tema de la consciencia. La experiencia con Elissa fue fundamental: “Fue la primera vez que escuché sobre cómo debía ser la dirección de la piel al hacer las posturas. Esa información fue para mí un salto más y quería recibir más de eso y comencé a tomar apuntes cada vez que venían Elissa o el maestro Arun”.  Así Vanessa comienza a practicar en casa con sus valiosos apuntes. “Yo salía de los talleres y me pasaba 2 o 3 horas apuntando todo. Había tanta información y tan pocas oportunidades para acceder a ella que tenía que aprovecharlas”, comenta.

La importancia de la práctica personal

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Otro maestro de yoga que la marcó fue Arun “fue muy receptivo y cariñoso conmigo. Con él entendí la importancia de la práctica personal”. Él la inspiró a comprarse su equipo mínimo para practicar en casa: un ‘bolster’, dos cubos y una correa. Con este “equipo” Vanessa todas las mañanas, al alba, hacía espacio entre los muebles de su pequeño cuarto y practicaba su rutina. “Con la práctica personal descubres cosas importantísimas de ti misma. Ahora para mí la práctica y la enseñanza son como armar un Lego: unes y conectas información que está presente y sale cuando debe salir. Ahora siento que manejo la información de una manera más conectada. Antes me preocupaba por seguir la secuencia tal cual la había apuntado”.

El hallazgo de su maestro

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Al analizar su práctica de yoga se dio cuenta de que si bien había empezado sus estudios haciendo posturas avanzadas con Santhanam le faltaba estamina, resistencia. Fue su querida maestra Elissa Garrido-Lecca quien le hizo darse cuenta de ciertas actitudes que se reflejaban también en su práctica de yoga: “A veces dejaba de hacer cosas por evasión o por miedo a la crítica o a pelearme con la gente porque no me gustan los conflictos. Pero uno no puede evadir las cosas eternamente pues la energía se acumula y no hay manera de escapar de la realidad, tarde o temprano te vas a chocar”.

Fue Elissa quien le recomendó buscar al maestro de yoga Faeq Biria. Un par de años después (2009) Vanessa voló a Santiago de Chile al primer encuentro con su futuro maestro. “Había mucha gente de varios países, yo era la única peruana y me sorprendí porque me escogió con frecuencia para mostrar algunas posturas”.  Para su sorpresa Faeq Biria, haciendo una excepción especial, la invitó a dar el examen del nivel Introductorio I. Se preparó y venció el miedo al darse cuenta de que debía confiar en las enseñanzas de sus maestros y en lo que había aprendido en sus horas de práctica en solitario. Para su sorpresa y felicidad Vanessa pasó el examen con la emoción de recibir buenos comentarios del maestro F.B. “Dijo: ‘quiero felicitar a Vanessa porque yo sé que es como un pez que hemos sacado de un océano y lo hemos puesto en otro y se ha desenvuelto bastante bien, como yo pensé que lo haría”’. Vanessa me cuenta esto con los ojos humedecidos de emoción y felicidad. Sabe que este logro fue el fruto de su dedicación, de tantas horas de práctica y estudio.

De alumna a discípula

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Desde entonces Faeq Biria es EL maestro de Vanessa quien le dijo al finalizar el taller que su siguiente paso debía ser prepararse para dar el examen del Introductorio II. Eso significaba invertir durante un año en pasajes y estadías en Santiago de Chile además del pago de los 6 talleres. “No tenía herencia ni plata ni tarjetas de crédito ni ahorros pero junté el dinero para prepararme con Faeq”.

Al final del año pasó el examen. “El maestro Faeq estaba muy contento y pasó algo que no esperé… me dijo que quería que yo me encargara de la formación de maestros de yoga Iyengar en el Perú. Me negué pues mi propósito en ese entonces era seguir avanzando y aprender más. Por respeto y honestidad dije que: ‘no… por ahora’”.  Desde entonces Vanessa empezó a seguir a Faeq Biria por Sudamérica hasta que el maestro le propuso que fuera a Mirabel et Blacons, un centro en Francia donde cada año organiza talleres intensivos.

El año de los cambios

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Llegó el 2012, un año tremendamente difícil para Vanessa, tal vez uno de los más duros de su vida: su madre enfermó gravemente y su vida se convirtió “en un infierno”. Las emergencias médicas se convirtieron en una constante. Sin embargo, a base de perseverancia y persistencia y gracias a una serie de “regalos” del azahar pasó el examen Junior I de Iyengar y se fue por primera vez a Mirabel et Blacons.  “La experiencia en Blacons fue increíble. Era lo que necesitaba porque estaba demasiado tensa. El maestro me recibió feliz, me puso en primera fila. ¡Sentí tanto cariño!”.

 Preguntas y respuestas

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¿Cómo definirías tu experiencia en Blacons?   “Ha potenciado mi práctica. La segunda vez que fui ya mi cuerpo tenía como un camino de energía trazado y esta última vez que fui sentí algo muy muy especial: mi cuerpo estaba completamente abierto no había dolor y me dije ¡esto es!”

¿Y luego de esto qué viene?   Tuve la certeza de que este era el camino pues viví la maravillosa experiencia de ya no estar luchando con mi cuerpo y creo que es una bendición sentir eso. La sensación es que puedo hacer lo que sea… pero eso significó encontrarme conmigo. Me di cuenta de que el obstáculo más grande del yoga es la mente.

El primer paso es el trabajo con el cuerpo físico porque es lo más tangible que tenemos  Sí al inicio tienes que luchar con tu problema de hombros, o una rigidez de cadera, o de rodillas con tu cuerpo físico. Sin embargo todos nuestros cuerpos están envueltos.

Hay gente que se cuestiona el hecho de empezar el camino espiritual con lo físico que es “lo más burdo”…   Para Guruji (como llaman sus discípulos al maestro B.K.S. Iyengar) la meditación no es lo primero. Al inicio de cada clase hay un acercamiento pero no es una meditación en sí ,sino un acercamiento a ese estado, concentración relacionada a una observación de tu Sí-mismo o “Dharana”. Primero se practica asana (posturas) para tener un cuerpo sano, abierto y dispuesto. Pero antes del asana están los Yamas y Niyamas que es tu comportamiento ético personal y en sociedad. Si trabajas el cuerpo sin trabajar tu comportamiento no sirve de nada. En realidad uno trabaja todo a la vez: al hacer el asana trabajas el cuerpo, estás sanando, reeducándote, disciplinándote, preparando este instrumento que es tu cuerpo, para el Pranayama, que es energía, no son técnicas de respiración, es un trabajo con la energía vital que tiene que estar bien contenido y el contenedor (cuerpo) tiene que estar sano.

¿Qué pasa con las personas que tienen enfermedades que no les permiten practicar las asanas?   Hay un trabajo terapéutico específico del yoga Iyengar y por eso aquellos que lo enseñan deben tener un conocimiento muy profundo. Un principiante no puede enseñar esto.

En Iyengar hay una jerarquía recia para avanzar ¿no?     Sí, esto a mí me ha ayudado a ordenarme porque cuando recién empecé tenía una práctica desordenada. Pero al prepararme para ir dando los exámenes me concentraba solo en determinadas posturas. Esta jerarquía existe también para cuidar toda esta riqueza que construyó Guruji por eso estos grados están previstos y debemos enseñar tratando de acercarnos a su legado.

Es un avance más saludable …   Sí, los grados del Iyengar existen porque las mismas posturas tienen una jerarquía. ¿Por qué se aprende primero las posturas de pie? Porque te proporcionan estabilidad, te enseñan a pararte bien. Por eso la primera postura que debemos aprender es Tadasana. Las posturas de pie generan tierra porque tienes que estar bien parada bien direccionada para luego hacer posturas más aéreas. Pararte bien te enseña a mirar bien a dónde vas. A mí esta jerarquía me ha enfocado y ordenado muchísimo. Además esto también te da un orden para enseñar a tus alumnos de una manera segura. Cuando enseñas una postura tienes que enseñar a armarla y tus acciones están dirigidas a eso. Si es intermedio enseñas acciones más sutiles. El avance es gradual y así acompaña nuestra madurez mental y emocional. El hecho de tener que viajar para tomar talleres o dar exámenes, ver la manera de financiarme, dar un examen que no sé si pasaré a pesar de que me he preparado tanto… todo esto me da la sensación de que todo depende de mí misma, de mi práctica. Las evaluaciones también están diseñadas de esa manera. Si pasas la primera evaluación recién pasas a la enseñanza. Si no te ven una práctica buena no puedes enseñar porque un profesor enseña lo que practica no lo que lee o ve. En Iyengar te exigen madurez para enseñar.

El Yoga Iyengar también te hace más consciente de lo que debes o no debes hacer…  Claro, porque si por ejemplo estoy con la menstruación sé que no puedo hacer una práctica intensa debo hacer una práctica que me relaje el sistema nervioso. Si estoy resfriada debo hacer una práctica inmunológica para contener mi energía.

¿Por qué es importante tener una práctica personal?   Mira la primera sensación cuando empecé mi práctica personal es que todo viene de nuestro cuerpo orgánico, emocional y de allí a la cabeza porque si la cabeza manda te engaña y te puedes lesionar. Entonces tienes que buscar la información que viene de tu cuerpo. En tu práctica personal tu puedes escuchar esto que viene del cuerpo, de la emoción o del corazón. Si estás en una clase guiada, que es importantísima porque recibes los instrumentos para trabajar bien y sin lesionarte, no tienes esa oportunidad de escucha que tienes en tu práctica personal. Debes generar tu práctica personal de todas maneras. Yo la necesitaba para explorar y hacer lo que no hacía en otros lugares.

¿Cómo definirías el yoga Iyengar?  El Iyengar te enfrenta a aspectos de ti misma que no siempre te van a gustar. Con el Iyengar no hay posibilidad de evasión y eso me gusta porque si algo te mueve de tu espacio de comodidad o te libera de un miedo y te hace mejor persona es bueno. El yoga te enfrenta a tu naturaleza y tienes dos opciones o lo sigo haciendo o cambio, eso solo depende de la persona. El yoga tampoco garantiza convertirte en un santo, solo tú puedes elegir.

¿Qué piensas de este ‘boom’ de escuelas de yoga?   El yoga es uno pero es bueno encontrar un linaje y dentro de este a un maestro que te llevará por el buen camino y seguirlo. Creo que está bien explorar para encontrar el linaje con el que te identificas pero una vez que encuentres profundiza.

¿Cómo podemos reconocer a un buen maestro de yoga?   Hay que abrirse a la intuición. Uno nota cuando un maestro es generoso, cuando no te deja evadir porque te enfrenta, no te deja cómodo. Guruji decía que el deber de un profesor de yoga es llevar luz a las oscuridades de sus discípulos. Esa es la obligación de un verdadero maestro de yoga. Mi reto como profesora es tratar de cuidar mi energía por eso uno no puede dictar 6 clases al día, tiene que ser 50% práctica y 50% enseñanza sino no no es yoga, sino no vas a estar bien… Enseñar es cosa seria. Yo estoy dispuesta al cambio, no doy por sentado nada.

Debe ser un reto transmitir el espíritu de Guruji en sus clases…   Los hijos de Guruji dicen que nadie nunca podrá transmitir exactamente su espíritu pero uno debe tratar de acercarse. Por eso tuve mucha suerte de encontrar a mi maestro Faeq Biria pues fue discípulo de Guruji y es muy cercano de la familia Iyengar. Es un hombre muy sincero muy elevado. El me dio el empujón que yo necesitaba y me dio luz. Agradezco haberle hecho caso a mi inquietud que me impulsó a irme a buscar lo que necesitaba y que me trajo hasta aquí. Hay que agradecer porque no siempre pasan cosas así.

Más información:

www.samadhi.com.pe  / yogaiyengar@samadhi.com.pe

https://www.facebook.com/samdhiyogaiyengarperu/?fref=ts

Su último video: https://www.facebook.com/samdhiyogaiyengarperu/videos/1052134884809430/?theater

Clases de Vanessa:

Son clases en pequeños grupos lo que genera un ambiente personalizado y especial. Los cupos son limitados.

Miraflores: Lunes, miércoles y viernes de 7:30 a.m. a 9 a.m.  /  Sábados de 11 a.m. a 12:30 p.m.

Calle Elías Aguirre 1205, Miraflores (frente a la Huaca Pucllana, entrada por calle Bartolomé Herrera)

Barranco:  Martes y jueves de 7:30 a 9 a.m. y de 9.30 am a 11.00 am

Jirón Colina 104, último timbre, Barranco.

Namasté

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About the author

Marianne Blanco

Marianne es una periodista especializada en temas de salud, vida sana, terapias alternativas y yoga con 23 años de experiencia en Tv, prensa escrita y prensa online. Investiga constantemente sobre estos temas y ha llevado talleres de nutrición, meditación, Terapia Cráneosacral, Nueva Medicina Germánica, Masaje Terapéutico Ayurvédico, radiestecia, medicina ayurvédica, y mucho de yoga, entre otros. Es profesora certificada de hatha yoga, ashtanga, yoga terapéutico, yoga para niños y se prepara para una certificaciión en Iyengar Yoga. Sus pasiones son su familia y leer, investigar y difundir. Es cocreadora de la página web "Mantras Urbanos, Tu Guía Holística

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